Hillary Clinton, la reina del caos

Miguel Urbano Rodrigues
Colaborador de Diálogos del Sur (Portugual)

Diana Johstone es casi una excepción. No es marxista ni revolucionaria y acredita en los valores de la democracia occidental. Lo que ella critica es el funcionamiento del engranaje del poder, la ambición, la perversidad, la irresponsabilidad, el belicismo de la élite oligárquica que en su país controla el sistema y define su relación con el mundo.

Ligada  a los Verdes, colaboradora de Counterpunch, especializada en temas políticos europeos, Diana tiene 81 años, reside en Paris y la mayor parte de su obra ha sido escrita en Francia.

El último libro, Hillary Clinton Reina del Caos [1] tiene entre otros el mérito de llamar la atención para la amenaza potencial que representa para la humanidad la candidata a la Casa Blanca que probablemente será la presidenta de Estados Unidos.

Diana Johnstone Hillary Clinton Rainha do CaosDiana, apoyada en exhaustiva documentación, presenta un perfil de Hillary tan asustador que muchos votantes estadounidenses pueden concluir que ella es más peligrosa que Donald Trump. El multimillonario texano es un beocio ignorante, xenófobo, racista, ultra reaccionario. Cuenta con el apoyo de la extrema-derecha por defender proyectos tan monstruosos como el de construir un alto muro electrificado en la frontera con México y la expulsión masiva de los migrantes ilegales. Tiene una personalidad megalómana, un irresponsable.

Pero, inesperadamente, Trump critica la corrida armamentista, pretende reducir el presupuesto de defensa, cerrar bases militares esparcidas por todo el mundo y mejorar las relaciones con Rusia y China. No está de acuerdo con el envolvimiento de EUA en nuevas guerras. Para él la salida para la crisis pasa por la economía, por la expansión del comercio.

El escritor australiano John Pielger afirma que Hillary es favorable al empleo de armas nucleares tácticas en algunas de las “guerras preventivas”. Sería como abrir las puertas a la destrucción de la Humanidad.

Favorita del complexo militar industrial

El libro de Diana Johnstone trasciende por su contenido y significado a los problemas ligados a la elección presidencial.

Gran parte de los siete capítulos es dedicada a iluminar el funcionamiento de un sistema criminoso, montado por una oligarquía que aspira con modelar el mundo bajo la égida de EUA. En el vértice de ese engranaje está el complexo militar industrial. Su poderío nocivo ya era tan grande que Eisenhower, hace más de medio siglo, en su discurso de despedida alertó el pueblo de su peligrosidad.

La desaparición del “enemigo comunista” hizo temblar los cimientos de la poderosa industria que produce armas, considerada por el sistema como base de la prosperidad nacional.

El gobierno Truman recusó todas las propuestas de desarme de la Unión Soviética que ansiaba por una paz duradera para reconstruir el país, devastado por la guerra.

La élite del poder estadounidense decidió que es imprescindible inventar nuevos enemigos y desencadenar en serie guerras para destruirlos.

La estrategia agresiva de dominación universal ha sido el complemento de la política impuesta por la supervivencia y agigantamiento del complexo militar industrial.

Se ha iniciado, entonces, un ciclo de agresiones bélicas que permanece desde mediados del siglo XX: Corea, Vietnam, Camboya, Laos, Irak, Afganistán, Somalia, Yemen, Libia. Estado neofascista de Israel ha sido en el Medio Oriente el aliado permanente del imperialismo estadounidense.

Diana Johnstone analiza pormenorizadamente los mecanismos utilizados para anestesiar la consciencia de los pueblos de modo a viabilizar esa estrategia.

Las agresiones militares son presentadas como iniciativas humanitarias en defensa de la libertad   y de la democracia. La fórmula se la vienen repitiendo con éxito, utilizando como instrumento un sistema mediático manipulado por el imperialismo.

Campañas masacrantes de deformación de la historia preceden a las agresiones militares. Las “guerras preventivas”  son justificadas por la necesidad de destruir dictaduras y tiranos que oprimen a sus pueblos y amenazan “la seguridad de EUA”. La demonización de los comunistas del Vietnam, de Sadan Husseín, de Khadafi ha sido prólogo para intervenciones militares que devastaron los países “liberados”, matando cientos de miles de personas.

Hillary favorita del Pentágono

Hillary aprueba el comentario que se hizo famoso de su íntima amiga Madeleine Albright sobre el poder de las fuerzas armadas de EUA:  “?Para qué tener toda esa fuerza si no la usamos?”

Apoyó, algunas veces con entusiasmo, todas “las guerras preventivas” de su país.

En la juventud fue admiradora del senador Barry Goldwater, el cazador de brujas, ideólogo de la campaña de persecución a intelectuales y artistas acusados de filo comunistas.

En 1999 ha sido ella quien convenció a su esposo, el presidente Bill Clinton, a iniciar el bombardeo contra Serbia por la OTAN y a expresar solidaridad con la mafia de Kosovo. El desmoronamiento  de Yugoslavia ha sido el laboratorio para las “guerras preventivas” posteriores.

Cuando senadora, en 2009, Hillary estuvo en Honduras para impedir que Cuba fuera readmitida en la OEA. Semanas después, el presidente Zelaya ha sido metido en piyama en un avión y expulsado del país. Hillary, entonces secretaria de estado, calificó el golpe militar como “crisis”, e invitó a “todas las partes” a resolver el problema “sin violencia”. Posteriormente, aprobó el fraude electoral que “legitimó” el golpe. En su libro de memorias Hard Choices (Escojas difíciles) define su estilo diplomático como “El poder inteligente”. Ese poder – escribe Johnstone- significa para ella recurrir a todos los medios posibles para promover la hegemonía mundial de EUA”.

Sionista desde cuando adolescente, afirmó repetidas veces que es incuestionable el derecho de Israel de asumirse como “estado judío”.

Hillary defiende la tesis del “excepcionalidad americana”. Para ella EUA son una nación predestinada a salvar la humanidad, la “última esperanza de la humanidad”. Para cumplir con esa misión han instalado más de 600 bases militares en 148 países.

Fiel a esa mundo-vivencia  califica como criminosos a los líderes de pequeños países que no se someten  a las exigencias de Washington. En el caso de Julian Assange, Edward Snowden y el soldado Maning, las revelaciones que hicieron para Hillary son “ataque a los Estados Unidos y a la comunidad internacional”.

Como secretaria de estado de Obama, intensificó la injerencia de EUA en los asuntos internos de 50 países. Hillary Clinton, escribe Diana- parece estar totalmente convencida de que el progreso del mundo depende de EUA decir a toda la gente como se debe comportar desde la oración matinal hasta la hora de dormir”.

Es una metodista ardorosa y le gusta rezar en público con grupos de estudio de la Biblia en el Prayer Breakfast (Desayuno de oración). La participación en iniciativas como esa, promovida por la Red Fraternidad, de derecha, no es gratuita: tiene que pagar 400 dólares.

Hillary, con frecuencia, invoca el genocidio de “pueblos oprimidos” para justificar las “intervenciones humanitarias”. En realidad son las agresiones militares imperialistas las que tenían un carácter genocida, provocando autenticas hecatombes. Así ocurrió en Afganistán, en Irak y en Libia.

Washington recurrió algunas veces al Tribunal Penal Internacional, del que EUA se excluyeron, para obtener la condenación de políticos del Este acusándolos de genocidas. Manipulado, ese tribunal de farsa, criado ad hoc, ha juzgado entre otros, el ex presidente de Serbia, Mihailoivic, acusado por crímenes que no cometiera, como subraya Diana Johnstone.

Obsesión anti Rusia

Desde su juventud Hillary desarrolló una verdadera obsesión anti Rusia. El odio que tenía por la Unión Soviética traspasó la destrucción del régimen socialista. Se transfirió hacia Putin.

Durante los gobierno del esposo, se ha empeñado en la defensa de un proyecto de reforma en la salud. Mal concebido y estructurado, fracasó.

Al asumir como jefa del departamento de Estado, se olvidó rápidamente de ese frente de lucha.

Alabada por los neocons y por los generales y almirantes del Pentágono, protagonizó un papel importante en todas las campañas que precedieron las agresiones militares desencadenadas por EUA en defensa de los “derechos humanos”. Cuando supo que Kadafi había sido torturado y mutilado, según Johnstone- se puso a “reír a carcajadas felices” y exclamó: “Venimos, vimos, él murió”.

Apoyó con entusiasmo a las provocadoras, grupo ruso de las Pussy Riot, cuando enfrente  del altar de la catedral de Cristo Salvador, en Moscú, cantando en coro, profirieron obscenidades, llamando de “puta” al patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Cuando esas chicas fueron condenadas por la justicia rusa, Hillary asumió la defensa y en Nueva York, publicó en el Twitter una foto suya al lado de las Pussy Riot, con un mensaje: “Es óptimo encontrarme con las fuertes y corajosas jóvenes de las Pussy Riot que recusan que sus voces sean silenciadas en Rusia”.

Autentica candidata del Pentágono, Hillary siguió con pasión los trágicos sucesos de Ucrania.

Cuando supo que Victoria Nuland –“la mi querida vocera en el Departamento de Estado”, como la llamaba – había sido nombrada para asumir el comando de la agresiva política de Washington en Ucrania, Hillary se ha congratulado con la amiga. Posteriormente manifestó su solidaridad cuando del escandalo de su conversación telefónica con el embajador de EUA en aquél país, Geoffrey Pyatt. Debatían sobre quien debería ser colocado en el poder en Kiev y Noland expresó: “La Unión Europea que se joda”.

La reacción de Hillary al referendo en que el pueblo de Crimea, por mayoría, decidió que la Península volvería a integrar la Rusia, ha sido intempestiva y grotesca: calificó Putin de “nuevo Hitler”.

En el conflicto que llevó a la secesión de las provincias ruso-hablantes en el Leste de Ucrania, Hillary Clinton atribuyó a Vladimir Putin toda la responsabilidad por la guerra civil que asola el país. No sorprende tal actitud de quien no esconde su simpatía por el partido neofascista ucraniano Svoboda.

En la opinión de Diana Johnstone, “el desempeño de Hillary Clinton como secretaria de estado ha sido un éxito solamente en un aspecto: se ha fijado como candidata favorita del Partido de la Guerra”.

En ese importante libro traza bien el perfil de la mujer que, según las encuestas puede venir a ser el próximo presidente de EUA.

Notas

[1] Diana Johnstone, Hillary Clinton Rainha do Caos, Editora Página a Página, 123 pág., Lisboa 2016 (Queen of caos: The Misadventure s of Hillary Clinton, en el original en inglés.)

Fuente: Opera Mundi