¿Preparados para una guerra nuclear?

¿Estás preparado para la guerra –incluida posiblemente la guerra nuclear entre Estados Unidos, Europa y Rusia?– Esta es la pregunta que todo el mundo debería estar realizándose a la luz de los acontecimientos ocurridos desde la catástrofe del vuelo MH17 de Malaysian Airlines.
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La crisis provocada por las acusaciones de EEUU y Europa acerca de la responsabilidad de Rusia en el derribo del vuelo MH17 ha llevado al mundo al punto más cercano a una guerra mundial desde la crisis de los misiles en Cuba en 1962. Pero hoy la situación puede ser aún más peligroso. Hace medio siglo, el gobierno de Kennedy –obsesionado por el temor de que los errores de cálculo de ambos lados pudieran precipitar un intercambio nuclear– trató de mantener las líneas de comunicación abiertas y evitar la demonización de los líderes soviéticos.

Hoy, por el contrario, la CIA está dirigiendo una campaña de propaganda incendiaria contra Rusia y su presidente, Vladimir Putin; una campaña que parece decidida a provocar una confrontación militar directa con el país que posee el segundo arsenal nuclear más grande del mundo. No hay duda de que la CIA está movilizando todos sus recursos –en gobiernos, medios de comunicación, y en el mundo académico– en una campaña cuidadosamente orquestada dirigida a contaminar a la opinión pública con una histeria anti rusa.

Hasta ahora, no existe nada que se aproxime a una explicación definitiva de la cadena de acontecimientos que llevaron a la destrucción del vuelo MH17. A pesar de toda la tecnología de vigilancia masiva a su disposición, en la que se invierten decenas de miles de millones de dólares al año, las agencias de inteligencia de Estados Unidos no han obtenido la más mínima evidencia que respalde sus acusaciones sobre la responsabilidad de Rusia en la catástrofe.

Pero mientras que las circunstancias físicas que rodean la destrucción de MH17 siguen siendo desconocidas, los objetivos políticos para los que se está utilizando esta tragedia se han convertido en algo demasiado evidente.

Desde el comienzo de la semana, los tres más influyentes revistas de noticias de mayor circulación de Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania –Time, The Economist, y Der Spiegel– han publicado artículos de portada que combinan feroces acusaciones contra Vladimir Putin con demandas de un ajuste de cuentas con Rusia.

La característica más llamativa y evidente de estas historias de portada es que son prácticamente idénticas. La CIA ha escrito el guión. Las historias emplean los mismos insultos y las mismas mentiras. Denuncian la “red de mentiras” de Putin. El presidente de Rusia es presentado como un “depravado” asesino de masas.

¿Qué es el presidente de Rusia para hacer uso de este tipo de lenguaje en las revistas de noticias más influyentes? Putin está en el punto de mira obedeciendo a la misma campaña de desprestigio que se ha dirigido previamente contra Slobodan Milosevic en Serbia, Saddam Hussein en Irak, Muammar Gaddafi en Libia y Bashar al-Assad en Siria. El presidente ruso sin duda conoce el resultado de estas campañas propagandísticas. Serbia fue bombardeada y Milosevic fue llevado a La Haya, donde murió misteriosamente en prisión. Irak fue invadido y Hussein ejecutado. Libia también fue invadida, y Gadafi –para gran regocijo de Hillary Clinton– fue salvajemente torturado y linchado. En cuanto a Assad, Estados Unidos ha dirigido una sangrienta insurgencia que ha provocado la muerte de más de 100.000 sirios.

Con estos antecedentes, Putin no podría ser acusado de paranoia, pues bien podría llegar a la conclusión de que Estados Unidos y sus aliados europeos quieren verlo muerto. Por lo tanto, hay que preguntarse, ¿qué impacto podría tener esta sospecha bien fundada en el curso de acción de Putin a medida que la confrontación se intensifique?

En los tres artículos de portada, se dice que los gobiernos de Europa occidental y de Estados Unidos no se entregan a la tarea de actuar contra Putin y Rusia. Las tres revistas adoptan un tono de impaciente enfado con esta actitud que consideran de insuficiente agresividad. Todos ellos argumentan que el tiempo de hablar ha terminado. Der Spiegel declara que “Los restos del MH17 son también los restos de la diplomacia”.

¿Cómo debe interpretarse esta afirmación? Si la diplomacia ha fracasado, sólo se puede argumentar que la guerra es inminente.

En su artículo “En Rusia, crimen sin castigo”, Time ataca a Obama por preguntar a Putin cómo puede ayudar en la investigación del accidente y no de amenazar inmediatamente a Rusia con la guerra. El medio dice: “Esta fue la crisis en pocas palabras: lo menos que Putin podía hacer era lo más que Obama podía pedir. El presidente de Estados Unidos no habló de plazos, no marcó líneas rojas y no amenazó”.

La invocación de “plazos”, “introducción de correcciones” y “amenazas” es un lenguaje bélico. ¿De qué otra manera se deben interpretar estas palabras?

Time ataca a Italia y a Francia, e incluso al gobierno de Obama y al pueblo estadounidense por no respaldar una agresión contra Rusia: “Putin no tiene mucho de qué preocuparse cuando ve las fuerzas alineadas contra él. Obama, como líder de una nación cansada de la guerra, ha descartado todas las opciones militares, incluido el suministro de armas a Ucrania”. Claramente, Time busca colocar las opciones militares sobre la mesa.

En su editorial principal, titulado “Una red de mentiras”, The Economist sigue el mismo guión, acusando a Occidente de vacilación. “Los alemanes y los italianos afirman que desean mantener abiertas las vías diplomáticas, en parte porque las sanciones socavarían sus intereses comerciales. Gran Bretaña pide sanciones, pero es reacia a perjudicar los rentables negocios con los rusos en Londres. Estados Unidos está hablando duramente, pero no ha hecho nada nuevo”.

La bien coordinada campaña mediática ya está produciendo los efectos deseados. El martes, el gobierno de Obama y la Unión Europea anunciaron que habían acordado una nueva serie de sanciones más duras contra Rusia. Estas medidas se interpretan como una medida de transición hacia lo que en el Financial Times, el columnista Wolfgang Munchau describe como “La bomba atómica de la guerra financiera”. El artículo de Munchau se ha publicado no sólo en el Financial Times, sino también en Der Spiegel.

Mediante una combinación de amenazas militares y estrangulamiento económico, EEUU y la UE se están moviendo para desestabilizar políticamente a Rusia. A medida que sus continuas referencias a los oligarcas rusos se hacen claras, esperan que las sanciones financieras fomentarán una conspiración para derrocar e incluso asesinar a Putin. El régimen previsto por Washington sería convertir a Rusia en un protectorado neocolonial, totalmente subordinada política, económica y militarmente al imperialismo estadounidense.

Por supuesto, mientras Putin cambiara el rumbo y se acomodase a las demandas de Estados Unidos, la campaña mediática haría los ajustes necesarios. Sin embargo, los eventos pueden tomar una dirección imprevista a cualquier escenario previsto por la CIA.

La imprudencia de una política de desestabilización de Rusia, una potencia que controla el segundo mayor arsenal mundial de armas nucleares, es increíble. Mientras las fuerzas militares se encuentran en estado de alerta a través de Europa del Este y la región del Mar Negro, y las fuerzas de Ucrania y Rusia intercambian fuego de artillería a lo largo de sus fronteras, la posibilidad de un error de cálculo continúa incrementándose día a día.

Cualquiera que sea el resultado a corto plazo, las implicaciones a largo plazo de la agenda instaurada por Estados Unidos y las potencias imperialistas europeas conduce de forma directa e inexorable a una guerra de consecuencias catastróficas. El mayor peligro que enfrenta la clase trabajadora es que las decisiones se toman entre bambalinas, mientras la mayoría de las personas son en gran parte inconscientes de los riesgos que enfrenta la población mundial.

Hace cien años esta semana, la Primera Guerra Mundial fue desatada por pequeñas camarillas de ministros y monarcas, y por los intereses empresariales de toda Europa, cuya decisión de arriesgar todo por la victoria en la guerra condujo a que se produjeran decenas de millones de muertes. Hoy en día, fuerzas similares están poniendo en marcha una campaña dirigida a poner en marcha una conflagración que podría conducir a la destrucción del planeta.

Sólo se puede detener esta marcha hacia la guerra por medio de la intervención política consciente de la clase obrera. Cualquiera que crea que una guerra nuclear es imposible porque los gobiernos modernos, a diferencia de los que estaban en el poder en 1914, no quieren correr el riesgo de una catástrofe, se engaña a sí mismo. En todo caso, los regímenes existentes en la actualidad son aún más imprudentes. Acosados por los crecientes problemas económicos y sociales, para los cuales no consideran siquiera una solución progresista, se hallan cada vez más inclinados a ver la guerra como un riesgo justificado.

David North | Alex Lantier

Fuente: Global Research

Traducido del inglés por Sinapsis